Thursday, October 20, 2005

La mejor forma de irse es saber quedarse
Intro
Pareciera que la vida está siempre en otro lado, en otro tiempo, en una región remotísima, inalcanzable. Andamos sin darnos cuenta, unos más, otros menos, todos en el mismo camino pero en diferente senda: el presente es elección; el destino, un juego de dardos al que le han robado el centro.
Irse: movimiento perpetuo en oposición a la muerte, al letargo indiferente del aburrimiento. Irse: circunloquio perenne, deforestación masiva de membranas caducas. Quedarse: culminación del viaje, deleite activo, a velocidad constante pero apaciguada; ya estás donde debes estar.
Entre irse y quedarse no hay más diferencia que en la manera: todo es cuestión de forma. Habrá unas mejores que otras: unas, alegres y jocosas; otras, serenas y melancólicas; pero, unas y otras, las más y las menos, no son mas que un pretexto para justificar la impotencia del hombre ante la vida, el triunfo inevitable de la muerte, fatua sonrisa del tedio demacrado.
Así, un hombre decide partir de su casa, abandonar la vida conocida por una nueva, en el exilio voluntario, donde el nombre es lo de menos, y nadie vale más que otro porque el otro es uno mismo. De la misma forma, o de otra, según se vea, una mujer espera tranquila a que la vida llegue, el amor se renueve y la muerte, desaparezca entre las sábanas. El se va; ella se queda. La vida se va, no se detiene; nunca regresa. Ellos se van, se detienen; vuelven siempre.

La fotografía se aferra al presente, intenta atrapar el instante, congelándolo, haciéndolo propio, le saca las tripas, de un jalón abrupto para luego, descuartizarlo lentamente, saboreando el rayo de luz que no volverá, la sonrisa espontánea, la geometría del paisaje, el reflejo de un alma que pasó por allí. Al conservar el momento nos hacemos inmortales.
La escritura, acomodo fortuito de ciertos vocablos, también lucha contra el tiempo, contra el destino fijado de antemano, el futuro que nunca existió: la poesía narra la historia como debió suceder, no como realmente sucedió. Así, en la imagen y el símbolo, en el texto y la fotografía, el hombre se va, se queda, da una vuelta; siempre vuelve. Irse o quedarse: misma moneda, distinta cara; los opuestos son los complementos. El y ella: no dos; lo mismo.

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